cronicas de un mundo sin dioses aparentes

Que Las Gaitas Sigan Sonando

A ritmo de gaitas y acordeones, con las palabras gaélicas perforando suavemente mi cabeza, tome la decisión de que esto debería de durar. Todo el día fue inundado por la gaitas, aunque yo no me diera cuenta… todo comenzó muy temprano, después de hablar con el león. Me levanté de mi cama a las 5:00 AM para tener el tiempo suficiente d bañarme y arreglarme, cuando va a la escuela en la tarde no puede darse el lujo de arreglarse con velocidad y verse bien, siempre hay que tomarse mínimo 45 minutos.
Alas 6 AM partí rumbo casa de clarita, a oscuras. Insurgentes me miraba con la complacencia de siempre, pero con la pereza de la madrugada. Rápidamente llegué a casa de clarita, y salió. Las gaitas sonaban lentamente. No fue mayor problema llegar a Ciudad Universitaria y cruzarla para estar frente a la facultad de medicina a las 7 AM. Ahí ya se encontraban Campeón, Gerardo y Abraham. Karla no tardó mucho más y subimos al salón de disecciones donde Juanito, nuestro profesor improvisado, no estaba. Esperamos una larga hora a que llegara y otra larga hora a que empezara la clase. Estuvimos con 4 cadáveres enjutos y un grupo de vivos, que nos agarraron de lacayos bienpagados, pero sin sueldo. Separamos músculos, sacamos cerebros, bautizamos una muerta (Juana Eva), cosimos carne y todo al ritmo de “the hustle”.
Acabó. Una coincidencia del destino hizo que una chava del vives, mi antigua escuela no encontrara y se quedara con nosotros. Cuando encontramos a sus compañeros, estaban en una visita turística aburrida alrededor de la de la facultada de medicina (y yo, sacando cerebros). La rehén del vives fue entregada a la gente del vives y a cambio todos me saludaron… se las dejé barata.
Acabar, salir de la facultad de medicina, llegar a mi casa, bañarme con ánimos obsesivos, tomar pastillas con ánimos obsesivos, comer carne de res y romper la relación en mi cabeza con la carne humana, salir corriendo al WTC a ver a Tabata.
Las gaitas y los acordeones me seguían tocando a todo lo que daban, al ritmo de mis latidos. Saludar tímidamente, entrar al cine, elegir película dominguera de acción… “bueno, es lunes, no estamos tan lejos del domingo” objeta mi orgullo para poder pasar por alto ese punto. Cine, charla, dudas, besos. Salimos, caminamos, nos tiramos a los ojos de lso grandes muralistas mexicanos, que nos ven con una mirada acusadora aunque no exenta de culpa. Mas charla, ahora sobre las familias, más besos, ahora tirados en el pasto. Las gaitas son acompañadas por una pequeña flauta aguda, que derrite el ambiente a su alrededor, el romántico trafico de insurgentes. Llegar a su casa, charlar con su madre, charla tranquila, intrascendente. Dar vueltas, caminar. Caminar caminar caminar caminar lejos. Yo explicando el estilo arquitectónico californiano de los años 30, ella en silencio, mirándome con mirada harta pero divertida, contradiciendo las silenciosas gaitas que había tocado todo el día, los violines, las flautas, las guitarras, los acordeones. Llegar lejos y regresar, abrazos, pequeños besos nonsense. Llegar y vegetar en un árbol, su árbol. Enterarse de chismes y cuentos, de vidas y muertes, muertes tan presentes esta mañana. Darle miedo a Tabata mientras sonríe, al igual que las gaitas, silenciosamente ser.
Hablar con su mamá de nuevo, afuera de la casa. No esconder nada (¡no hay palabras para describir la calma que me brinda no tener nada que esconder!) meterme a su carro a escuchar música. Y las gaitas reclamaron su sonido y por fin las noté. Música en Gaélico, clama, lagrimas insinuada, abrazarla, estar sobre ella en silencio, sin agitación, sin nada más que pensar. Adiós dudas, creo que la quiero… estoy casi seguro, me brinda seguridad, tranquilidad. Se deja querer y me quiere. Y se terminó la Música, más no las gaitas. Y llegué a mi casa calmado y feliz. Quiero que esto dure, me gusta mucho Tabata.
Que las gaitas sigan sonando.