cronicas de un mundo sin dioses aparentes

Dialogos sobre anoche (y la chica) con un León.

El león, calmadamente, se dirigió al árbol. El único árbol que se veía en el horizonte, torcido, pero con una sombra acogedora en medio de la estepa africana. yo lo seguí y me tumbé junto con él.
“mira muchacho –me dijo mientras resoplaba, como si algo le molestara en la nariz- no0 se trata de si está bien o mal, de si fuiste bueno o malo. Las reglas del juego indican que lo que hiciste está totalmente correcto. ¿Lastimaste a alguien? ¿Tenias algún compromiso, o una promesa con cualquiera, estuviera o no presente en ese momento?”
-negué desanimadamente con la cabeza.-
“entonces no tienes problemas, disfrutaste el momento… de eso se trata todo. Imagina que yo viviera preocupándome de lo que piensa la gente, las leonas, los leoncitos, incluso las gacelas, ¡no podría hacer nada! No podría mandar a las leonas a cazar porque me tildarían de machista, no podría estar con los leoncitos a gusto porque tendría miedo de arruinar su vida (ya sabes, cuando crecen la culpa de todos problemas y traumas son los padres), no podría divertirme matando gacelas por miedo a lastimarlas.
Pero león –contesté- es distinto… normalmente no me importaría, lo disfrutaría y punto, pero la vi llorar y abrazar a su amiga y no se porque lo hizo, pero me dolió.
- muchacho… muchacho… tu no eres el centro del universo, aunque te encante creer que sí. Pudiera haber estado llorando por cualquier otra cosa, cualquiera. Además dime: ¿la otra chica quería? –Asentí, con el mismo desanimo de todo el día- ¿y tu querías? –volví a asentir- ¿¿entonces cual es el problema?? ¡¡se divirtieron!! Es más… ¿quién tomó la iniciativa, tu o ella?
- yo, pero definitivamente ella provocó la situación, y de manera deliberada.
- pues ahí está muchacho. Si alguno de los dos no hubiera querido, no hubiera pasado. En ese tipo de cosas no se puede obligar a nadie, es un consenso de dos.
-tienes razón… ¿pero ahora que debo de hacer?
-joderte y dejar que fluya el asunto, tomará su rumbo por sí mismo, tarado. –miré al león fijamente, midiendo las posibilidades que tenia de hacerlo tapete en ese mismo momento, pero leyó mis intenciones en mis ojos y, después de gesticular un poco, escupió un cráneo- él fue el ultimo que quiso hacerme adorno de casa de narco, y mira como le fue.
-¡no león, como crees! Yo no…
-claro que sí –respondió con indiferencia- no trates de engañarme, tu y tus sentimientos siempre han sido muy obvios.
- bueno león… pero volvamos al tema, ¿Qué debo hacer?
- ya te lo dije, dejar que fluya… es más, nuestro amigo cazador tenia algo que te puede servir para resolver tus dudas– gesticuló un poco más y escupió un cuchillo- pero está atorado dentro de mí, sácalo.
-león… morirías. – Le dije con tono de obviedad-
- ¿y? me caes bien, eres tarados necesitas mi ayuda.
- …
-es más, te puedes quedar con mi piel.
La oferta era demasiado buena como para rechazarla, esa piel podía venderla por mucho dinero, así que me animé. El león se puso de panza y le clavé el cuchillo en el vientre. Sangró poco pero mientras abría su estomago, gemía… y encontré lo que buscaba: un mapa. De pronto, el león trató de decir algo, pero ya estaba muy débil como para decirlo fuerte, así que me acerqué…
-muchacho… solo te pido un favor… No me vendas a un narco…
fueron sus ultimas palabras. Limpié el mapa lleno de sangre y vísceras: indicaba el caminó a un pueblo vaquero. Desollé a mi amigo el león, enrollé su piel bajo mi manga y partí.