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25 de Diciembre 2007

Capítulo 1: Inicio de una historia.

Las cosas que no recuerdas es como si nunca hubieran sucedido. A despertar junté los fragmentos de mi cabeza esparcidos por el suelo; era hora de regresar al mundo real. Las noches anteriores habían resultad un fraude mediático para los analistas que habitan mi cerebro, todo, absolutamente todo, se desarrollaba sin que yo pudiera prever tan siquiera un poco de lo que sucedería. Apenas abrí los ojos hice un análisis exhaustivo de la habitación. Los desconocidos frente a mí, sonrisas inocuas de gente que está tan destrozada como yo. Un mullido sillón que me abrazaba con el amor que brinda la pena ajena, la vergüenza por el prójimo. Mis sentimientos, mis sensaciones, esa mezcolanza ignota parte-cabezas de todos los días; era como despertar en mi cama, sólo que un una historia de dolor y pateticismo detrás (y, por supuesto, fuera de mi cama).
Apenas atiné a preguntar qué había sucedido cuando los recuerdos ya se agolpaban en mi cabeza reclamando sorpresa en su justa medida. Destellos de alegría teñida de azul, calor humano, amistad, alcohol, trabajo, vida y muerte. Creo que en ese momento fue la primera vez que noté ese vacío que me acompañaría por el resto de la novela.
El cuarto era amplio y estaba lleno de gente, las primeras luces del amanecer se adivinaban por el ventanal y los destellos del pasto. Algunos Bailaban aún, desposeídos.
Me figuré como algunos demonios rondaban la habitación, moviéndonos como títeres, jugando con el destino de gente insignificante como nosotros; quería golpear a esos demonios, con sus grandes bocas y sus ojos desorbitados. Supuse como algunos tenían plumas de colores brillantes, otros escamas. Algunos portaban unos cuernos que evocaban la locura de los sabios, otros no. estoy seguro que luego de eso les inventé nombres, nombres que he olvidado ya.
En cualquiera de los casos, al dejar mi incómoda posición inicial e incorporarme, los demonios se hicieron más vívidos dentro de mi cabeza. Formaban un círculo alrededor de mi hipotálamo y bailan y cataban, cual niños desorientados en espera de su maestra. Bebían y fumaban, reían y reían. Me acerqué a ellos, tratando de averiguar su razón de vida (como toda persona cuerda, sabía que esos demonios no eran más que producto de mi imaginación retorcida, aún trastornada por los efectos del alcohol, pero al no tener nada mejor que hacer, no me quedaba más que seguirme el juego).
Averigüé, entre otras cosas, que el jefe de la manada era color púrpura, y representaba miedos ignotos a nuestros ojos. Él había cruzado las praderas de sarnot y vencido a temibles seres incorpóreos que con su mirada vencen a los más salvajes animales para llegar aquí; por eso era el líder.
Era alto, de un púrpura brillante y alegre y con una mandíbula terrorífica, pero no era un mal sujeto. Se ofreció a explicarme algunas cosas sobre mí mismo, pero rehusé; de las pocas cosas que me mantienen cuerdo es la autoignorancia, por eso veo demonios titiriteros detrás de las esquinas… además deque iba siendo hora de volver a aquella gran sala, con mis amigos y con mis propios problemas.
Abrí los ojos por segunda vez y aún no me había levantado, así que lo hice, tratando de no volcarme a mis adentros otra vez y parecía que lo estaba logrando. Alcancé a sentarme en una silla rodeada de gente, que comentaba los pormenores de la fiesta de la noche anterior. Entonces fui empujado hacia el fondo de mis pupilas en contra de mi voluntad, no importándome de que ahí adentro todo volviera a estar en technicolor.
Eran las 10 de la noche yo llegaba a la fiesta, acompañado por Yamil. El lugar donde transcurriría el resto de la noche se encontraba lejos, pero era acogedor y sencillo. como habrán notado, tengo cierta tendencia a fijarme en aquellas cosas que le roban sentido a la realidad y atesorarlos en una mitología personal teñida por sangre de venas adolescentes que nunca fueron tasajeadas, y esa casa es uno de esos detalles; es una casa sin puertas. Me sentí disparado a un mundo en donde el horizonte no existe y nuestra visión alcanza nuestra propia espalda. Una casa sin puertas representa un espacio común, un solo cuerpo en el cual es imposible esconderse. Un lugar sin secretos. Un universo completamente descifrado.
Al entrar en una casa sin puertas te encuentras con miradas sin velo, con verdades absolutas. En una casa sin puertas no puedes mentir. Tal vez esa interpretación desembocaría en los hechos que narraré en capítulos siguientes y en las conductas en las que incurrí yo y todos los presentes, pero esas son falacias orquestadas por los demonios de detrás de las esquinas.
Todo comenzó así…

Escrito por Rho NivonoG a las 25 de Diciembre 2007 a las 03:53 AM
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