cronicas de un mundo sin dioses aparentes

La historia de la química

La química es una de las más claras consecuencias del motor intelectual humano; la necesidad de entender y manipular la materia existe desde los principios de la civilización, ya en Mesopotamia la tecnología contemplaba la fabricación del cobre.
Los antiguos griegos se aproximaron a la química de una manera bastante más enfocada, ideando incluso teorías sobre esta. Aristóteles, entre otra sarta de... apreciaciones, conjuró que existían cuatro elementos -agua, aire, fuego y tierra- componentes de todo lo físico en el universo.
Su discípulo Demócrito, algo más acertado que el infantil de Aristóteles, sentenció el universo a una existencia no continua, sino atómica, pero en su tiempo fue ignorado de una manera poco inteligente, con un costo alto para la humanidad; En palabras de Asimov “si hay algo que creo importante dejarle a la futura humanidad, es la teoría atómica; la comprensión de la composición universal es la base de toda la ciencia.”

durante la edad media surge la alquimia; esta es considerada la prequímica en la concepción contemporánea, pero hasta hace no mucho se le excluyó del crédito correspondendiente y fue seriamente degradada. Es cierto que, por un lado, esta solo era una pseudociencia que buscaba cosas imposibles, a veces basadas en la mera avaricia -la trasmutación de cualquier metal corrupto a oro- o con motivos mucho más nobles – la búsqueda de la perfección por la transmutación del alma del alquimista a través de la redención de la materia-.
El estudio de la alquimia, nos guste o no, es antecedente de muchos procesos utilizados hoy en química, desde la metalurgia hasta la cosmética. Además no debemos de obviar que fue la primera disciplina en utilizar el método del ensayo y error, algo bastante cercano al método científico actual.

En 1661, entre un hervidero de teorías naturalistas como preámbulo del siglo de las luces, Robert Boyle publica The Sceptical Chymist or Chymico-Physical Doubts & Paradoxes (el químico escéptico o dudas y paradojas físico químicas) y sienta una de las bases de la química moderna. En este libro rompe con paradigmas y vicios que arrastraba la alquimia junto con la cosmología, plantea una especie de neo-atomismo y asegura que cualquier teoría debe de ser comprobada experimentalmente.
Además de que durante el siglo XVII se empezaron a aislar los primeros compuestos y elementos con métodos propiamente “químicos”, surgió la idea del flogisto, lo cual nos muestra que no todo era miel sobre hojuelas.
La teoría del flogisto sostenía que todas materia contenía una sustancia inodora, incolora y sin peso, llamada, valga la redundancia, flogisto. Esta sustancia era inflamable, y cuando el objeto se quemaba, era liberada, dejando a la materia en su forma pura; ceniza. Ideada por J.J. Becher, y popularizada por Georges Stahl, es ambivalente; mientras que utilizaba el método científico en su conformación, la perdida de tiempo y esfuerzo en ella tuvo un alto costo para el desarrollo de la química. En 1789 fue definitivamente rebatida por Lavosier, que además propuso el sistema métrico
y reformó la nomenclatura. Algunos lo llaman “el padre de la química moderna”.
La revolución francesa irrumpió, y con ello la ilustración, que impulsó fuertemente el racionalismo y, por consiguiente, las ciencias naturalistas. En 1808 John Dalton Publica la primera teoría atómica en forma, permitiendo a los químicos conocer la manera en que los gases pueden combinarse para formar compuestos. Los acontecimientos se precipitan; en 1811 Avogadro dice que los elementos siempre se combinarán en la misma proporción. Liebig propone que el desarrollo de un país puede medirse con su producción de Ácido sulfúrico, debido a una gran expansión de la industria química. En 1828 Wöhler sintetiza urea, demostrando que las sustancia biológicas podían ser creadas y analizadas en un tubo de ensayo. En 1856 se descubre la anilina. Stas, belga, hace públicos sus estudios sobre peso molecular, lo que sirve de sustrato a Mendeleev para durante 1869, hacer pública su tabla periódica de los elementos.
La Tabla de Mendeleev merecería en el futuro muchos capítulos, pero en su momento se encontró con varias dificultades frente a ella. En su tiempo, Rusia era un lugar aislado, y la química, como la ciencia en general, había pasado de largo ese páramo helado; incluso un gran químico, Lomonosov, había resuelto el problema de la combustión veinte años antes que Lavoisier, pero para su desgracia fue nulamente conocido fuera de las fronteras del zar. Mendeleev había nacido en un punto muerto de Siberia, la ciudad de Tobolsk. Una pésima suerte marcó su infancia. La perseverancia le permitió entrar a una universidad de San Petersburgo, donde sus altas notas fueron aliciente para que pasara temporadas en Alemania y Francia, adquiriendo experiencia imposible de adquirir en Rusia.
Para los 32 años era un profesor de química respetado en Europa.
Su tabla fue tratada con escepticismo sobre todo porque era demasiada perfecta, ordenada... englobaba todos los ordenes anteriormente propuestos con armonía y presentaba esa preciada característica que los eslabonaba. Mendeleev estaba tan seguro de ella que incluso se dio el lujo de predecir las características de ciertos elementos aún no descubiertos, pero que faltaban para completarla. Milagrosamente -o no-, en 1874 Lecoq de Boisbaudran encontró trazas de un metal desconocido; pocas semanas después era noticia mundial el hecho de que este metal -bautizado Galio- encajaba perfectamente en un agujero de la tabla de de Mendeleev. Citando a Asimov “[...]tal como ahora parecía, su tabla periódica no era solo unos ingeniosos garabatos en un papel. Podía ser incluso una clave para la interpretación sistemática de los elementos y hasta de la química en sí.”

Casi mágicamente la naturaleza se ceñía a un logro del ingenio humano, uno a uno fueronse descubriendo los elementos que rellenaban lugares faltantes de la tabla periódica. El proceso cognoscitivo al revés llevó a los químicos a preguntarse el porqué de este comportamiento; la búsqueda intencionada encaminó a J.J. Thompson al descubrimiento del electrón en 1897, sentando un nuevo paradigma; el átomo ya no era la unidad básica de la materia, casi 1500 años después de que el hombre llegara por primera vez a esa conclusión.

El siglo XX llevó a la química a tocar las puertas de un nuevo reino, el del mundo subatómico. Rutherford y Bohr en 1912 descubrieron la estructura del átomo, y esto junto con los trabajos sobre radiactividad de los Curie, redireccionaron el saber hasta entretejerse con la física, fundando así la química cuántica.
La parte del siglo pasado también reveló a los hombres de ciencia algo novedoso; la bioquímica, una extrapolación de la química inorgánica, olvidada durante el siglo XVII a favor de la búsqueda de los elementos. Linus Pauling utiliza física cuántica para, mediante el angulo atómico, formar moléculas cada vez más grandes. Se descubren los constituyentes de las proteínas, aminoácidos simples, química del carbono. En 1953, la química y la biología quedan unidas de por vida cuando Watson y Crick revelan la existencia del ADN. Un punto cumbre es alcanzado en el estudio científico.
Hoy la química está en todo; la industria ha capitalizado el uso de esta como instrumento. Hoy la medicina es química aplicada. Hoy la física cuántica es la herramienta fundamental de la química. Hoy podemos manipular la materia casi a nuestro antojo... y todo esto, a pesar de que apenas hemos comenzado a comprender.

El buen lavoisier
Con consultas a Las wikipedias en español e Inglés, El blog de Alejandro Polanco y el libro La búsqueda de los elementos de Isaac Asimov.