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21 de Agosto 2004

De vuelta...

SUEÑO

No sé como fue que se fijó así en mí. Seguamente fueron las marcas blancas en forma de cubiertos que llevaba en la espalda y contrastaban intensamente con el tono café tostado que había adquirido en el resto del cuerpo. Sí, debía ser eso. Yo misma sentía el peso de aquellas formas trazadas bajo mi cuello, sentía la distinción que me traían, la separación de los demás cuerpos que me habían ocasionado.
Llevaba horas en esa playa y no pensaba en el porqué llegué ahí. No podíia. o estaba sola, me rodeaban muchas de las personas que siempre han estado conmigo. Pero yo los veía como parte de aquel paisaje. Yo veía sólo guiños, gestos, ademanes. Para mí eran tan desconocidos como esa playa en la que no estuve nunca antes. Poco a poco, dejaban de formar parte de mí en medio de aquel crepúsculo. Sólo era yo, el mundo residía en mis hombros. La arena, el mar, el sol, mi espalda, SOBRETODO MI ESPALDA. YO. La luz parecía indicarlo todo así y yo detenida dentro de un momento mientras el tiempo se me escapaba entre los dedos de los pies. Caras, expresiones, voces, sonrisas, miradas, algunas de ellas dirigidas hacia mí...
Fue entonces cuando la ví. De entre aquel bombardeo de rostros que no pertenecían a mí era el único nítido. Por un momento breve el único conocido, a pesar de lo ajenos que me eran sus ojos verdes fijos en mí, esos pliegues sobre y bajo los ojos, en sus párpados, las cejas arqueadas, esos surcos enormes de la nariz a la boca, aquella boca... aquella boquita delicada. Toda ella, así, parada frente a mí, más real incluso que yo, mirándome con atención, de la misma manera que yo la miraba ella sin saber porqué, sin una razón aparente. De pronto todo lo demás sobró más que nunca, y otra vez la soledad del silencio pero por ahora no de desconcierto, no de desorientación. Esa soledad ya no estaba en mí, se esfumó junto con la nitidez de los demás rostros, deteniéndose en sus pupilas.
Me sonrió. Me sonró y me sentí tan plena, tan parte de tdo aquello por primera vez que devolví la sonrisa. La estaba viendo, allí estaba, no se había ido. La veía a través de los cuerpos ajenos a mí, de los cuerpos que nunca pertenecieron a la misma realidad que yo. En ese momento el tiempo se aceleró y alargué la mano hacia ella. La tomó.
En el instante del contacto, dejé de comprender y recordé. Todo se volvió real y recordé el porqué de la playa. Ella comenzó a caminar, llevándome. Sentí el cosquilleo gélido en la palma de la mano y traté de soltarme. Pero el tiempo pasó rápido y ya era tarde. Ella ya estaba corriendo y me llevaba de la mano, yo me dejaba arrastrar por esa mujer de traje de baño azul y miraba las expresiones incrédulas de los rostros que me fueron familiares toda mi vida hasta ese día. Veía el miedo en sus ojos, evidentemente reales. Me ardieron como nunca las marcas en la espalda, tanto que no pude decir adiós con la mano. Sólo alcancé a liberar un grito. El mundo cayó de mis hombros y se encajó en la arena. Así fue solo mar, cielo, noche, arena, vacío, nadie. Sobretodo esto último: NADIE.

Escrito por telefer a las 21 de Agosto 2004 a las 06:49 AM
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