La multitudinaria banda I'm from Barcelona vuelve a partir del Miércoles 24 de Septiembre a las andadas, con su nuevo álbum llamado Who killed harry houdini?.
Para quien no los conozca, estos integrantes del cartel del Lollapalooza 2007 son un enorme grupo de Suecos -treinta, para ser exactos- que tocan indie pop para oídos educados; Visos de Architecture in helsinki o Pelle Carlberg mezclado con the brady bunch y drogas pastel es la mejor manera de describir el sonido de esta big band, en todo el sentido de la palabra.
Su gran tamaño choca, paradójicamente, con este último disco, ofreciéndonos un álbum que raya en la intimidad, diez temas para escuchar en soledad y disfrutar los sentimientos nostálgicos que se reproducen en cada uno de ellos, diez temas que, de primera impresión, conforma una serie de cartas a viejos amigos.
Andy, el primer track, inicia el viaje entre velos de reverb, voces agudas y un tiempo relajado, cuestionando al ya mencionado Andy acerca de su acometimiento a la industria de la música y todo lo que eso implica. Aquí se puede leer la autojustificación para editar un segundo disco, por una banda destinada originalmente a no durar.
Paper planes, primer corte radiofónico del álbum, es una pieza positiva y llena de luz fácil de digerir, la que más se acerca ala estilo que I'm from Barcelona nos tenía acostumbrado, con letras que referencian a la cultura popular occidental y narran estampas de pueblos felices y gente satisfecha. Una música de naturaleza circense, que, como en su video aparece, es tocada por un gordo barbón en tutú, completa el cuadro auditivo surrealista al que desean inducir.
Headphones también es una pieza de buena vibra pero con tinte ocre y deslavado artificial que hace un tributo bien merecido a los audífonos, artilugio tan vital para cualquiera de nosotros; como correctamente se menciona en la pieza, they can take me everywhere I go.
Un silencio un poco más largo de lo acostumbrado nos avienta abruptamente al cuarto track, Music almost kill me now. El cambio es radical, pues, de piezas de luminosidad y nostalgia de abuelitos, saltamos a un sonido profundo y coral, acusador. Aquí, un reclamo es elevado, un reclamo que repetido a treinta voces suecas parece celestial y del cual la música es víctima y victimario a la vez; al final, un contrareclamo terrenal nos espera, para bajarnos magistralmente de la nube en la que nos habían colocado. El cuarto track nos regala así una de las rolas con más textura del disco por su complejidad tanto musical como temática.
Gunhild es otra de las canciones de género epistolar que pueblan esta entrega. Tranquilamente habla de tiempos pasados reflejados en nuestro presente; el sonido de un radio viejo mal sintonizado se mezcla con las notas del piano de Emanuel Lundgrend y la voz de SoKo, artista invitada a este tema, recordando por un lado una infancia perdida jugando a las escondidillas y por el otro una época que no nos tocó vivir.
Mingus continua dando mensajes con destinatario claro y también habla de tiempos pasados, pero en un tomo bastante más... bonito. ¿recuerdas cuando decíamos que nunca seriamos los adultos que somos? Es la pregunta que aquí se le plantea a un hombre de familia pero sin llegar a ser un reproche por haber cambiado, sino un jocoso encuentro entre viejos amigos.
Ophelia sigue por el mismo camino, rememorando anécdotas de una pobre mujer que nunca supo ser feliz (¡chale!), como si el tiempo le estuviera ofreciendo una oportunidad de cambiar. Llena de ilusión, la melodía no deja de sonar a llanuras de pasto verde verde, como fotoshoppeado, que se aprecia desde la ventanilla de un autobús foráneo en movimiento.
Houdini, el track numero ocho, acaba con el plácido paseo dominguero de la carretera panorámica planteada en los últimos tres tracks y pisa el acelerador con una guitarra eléctrica y una voz más cruda que pretende cantar verdades universales. you're like Houdini, no one else would believe me but I know the things you do. El Amor duro asoma en la temática, donde, una vez más, se le pide a una persona específica la libertad, pues Houdini es capaz de liberar de cualquier cadena.
Luego un banjo nos recibe en Little ghost, haciendo eco con la primera canción del álbum. Un sonido lleno de nostalgia nos invade de nuevo, una canción de un muerto a un vivo, un muerto que solo quiere convivir amistosamente; la nostalgia entonces aquí se invierte, siendo esta desde lo viejo a lo nuevo y no en el sentido en el que estamos acostumbrados.
Para terminar, la canción más honesta -y larga- del disco, llamada rufus está dedicada a un perro que espera a su dueño. La canción hace eco a los años 70's de la familia brady, con música amable, guitarras acústicas, una trompeta desafinada, la interpretación sueca de un coro Gospel, y giros melódicos que convierten esta pieza más bien en una especie de micro opera-rock de siete minutos, dividida en tres o cuatro movimientos diferentes, contando la situación de este perro, el Gran Rufus.