Un avión parte de algún aeropuerto irreconocible cargado de las amigas de mis primas adolescentes Estadounidenses con gustos especiales por la marihuana y la zanahoria rayada. Un disco gira sobre mi cabeza. Un niño Árabe y su mono tratan de llegar a un asteroide, en dibujos animados. Me desmayo y despierto en la Ciudad, donde decido ir a un cine de 1920. La película sigue, la continuación del Niño árabe. Yo aparezco muerto en los periódicos matutinos. Mi abuela me llama para comentar la nota. El Niño árabe consigue una mezquita de altísima tecnología con propulsores orbitales, y llega al espacio. Voy al cuarto de proyecciones. Regreso. Comento la película con un completo desconocido. Ahora Niño árabe ha fundando su propio imperio sobre el asteroide, explotando cargas cada cinco minutos, compartiendo el poder con Zordon, quien vive dentro de un tubo.
Acaba el filme y no hay sujeto desconocido, sólo está Luis. Hablo con él de química mientras observo cómo Roy nos observa desde una butaca elevada varios metros del suelo. Salimos del Cine, estoy en el Centro y debo encontrar estacionamiento. Dejo a Helena en el mercado mientras yo doy vueltas y vueltas, sin éxito. Juan decide acompañarme a buscar lugar y lo encontramos en una esquina del mismo mercado. Salto por el disco, pero se escapa de mis manos, cambio de posesión. ¿desde cuando en el centro hay una playa? Voy con Juan a la playa, para alcanzar a nuestro amigos y encontramos a Cach jugando voleibol. Un rato después parece buena idea ir a beber algo, por lo que vamos a buscar líquido. Juan encuentra un puesto del mercado donde venden aguas y jugos. Pido algo místico, que cuesta cinco pesos. Juan ya no está y llega Fátima. Compra un agua. Mi bebida sabe a tamarindo con maíz. Vienen Marte y Mariana, también por líquido. Adentro, atienden dos señoras idénticas, solo que una mucho más anciana que la otra y ambas ríen de nuestros chistes. Fatima me pide 5 pesos prestados y luego desliza esa moneda por mi columna vertebral; a mí el frío metálico me sienta bien.
Es hora de despertar. Basta de carreteras.
Nivonog, me he pasado la tarde entera mirando tus videos y leyendo algunos de tus blogs. Me has ayudado a olvidar ciertos prejuicios que la ideología judeocristiana bajo la que fui educada me han impuesto y me ha dado mucho gusto saber que en mi país hay gente como tú que sabe disfrutar la vida de tal manera. Me agrada tu manera de escribir, aunque es demasiado no lineal y mi imaginación es algo limitada para comprender todo lo que intenta decir tu hipertexto. Me gustaría escribir y saber tanto como tú, ¿cómo le haces?
Bueno, sólo quería decirte que me has alegrado la noche. Si te dijera que encontré tu página por el video de cómo suicidarse...sí, necesitaba algunas ideas, pero no creo ser tan valiente. Además, es malo suicidarse...Ojalá me puedas dar tu mail y hubiese la posibilidad de intercambiar algunos textos. Yo aún estoy en pañales en esto de la escritura, pero seguiré intentando. Quizá me podrías dar algunos tips o críticas, o decirme si de plano es basura. Un fragmento de algo que escribí hace rato en mi divertida clase de finanzas:
La tarde es oscura y fría
ni un alma circula a esta hora por la avenida
El viento sopla furioso contracorriente
el rayo descarga su ira de repente
Inerme, camino sin rumbo alguno
sola, perdida, en blanco la mente
¿Hacia adónde? No sé; seguiré de frente...