La curiosa analogía creada por Borges en la primera mitad de la década de los cuarentas acerca de la biblioteca de Babel me llamó la atención desde aquella vez en la cual josé Resendiz Capedeville me habló de ella en una de esas reuniones de caballeros convocadas con el único fin practico de embriagarse.
José, ilustre caballero de cuna chilanga, citaba los estudios hechos por el escritor argentino como un tortuoso camino recorrido a lo largo de dos años siete meses, y orgullosamente se ufanaba de haberlo revivido en su intelecto tal y como fue concebido por Borges.
al parecer a Jorge Luis la primera referencia llegó por medio de Gabriel mitchside, un diplomatico inglés radicado en argentina múltiples veces durante poco tiempo -extrañamente llamaba a Borges llamaba por sus nombres de pila, cuya rareza no está en la confianza que sentía por alguien ya muerto, sino en que utilizaba ambos nombres de pila. - mitchside siempre era removido después de unos tres o cuatro meses de servicio, tan solo para regresar pasado un año, a lo mucho. Sus conversaciones con Jorge Luis fueron registradas casualmente por una emisora de radio local, pues estas sucedieron en el contexto de mesas redondas dentro de un programa sobre psicología moderna. Mitchside decía haber seguido fuentes directas desde manuscritos en sanscrito, objetos arqueológicos pertenecientes al museo del Cairo que le habían sido mostrados gracias a su gran encanto y dedicación por el estudio (lo que nuestro caballero inglés no mencionó fue que su esposa era curadora de aquél museo; podría describirles perfectamente su dedicación por el estudio, pero creo que será mejor que sus propias conciencias lo sopesen).
En estos manuscritos Mitchside encuentra -según él- la razón de la existencia humana, indefectiblemente y sin lugar a dudas.