cronicas de un mundo sin dioses aparentes

Clon

Salgo de mi jaula y todo es nuevo para mí; nací ayer. Miles de frases se arremolinan en mi cabeza, frases armadas. Miles de datos nublan mi comprensión. Sé qué es un caballo a pesar que no he visto uno nunca. Sé a que sabe la vainilla, pero no sé si la prefiero sobre el chocolate. Sé cada una de las citas importantes de Isaac Van Nuys y de Henry Miller, solo que nunca he leído ni uno de sus libros. Sé manejar, no sé como.
Salgo de mi jaula por primera vez y el mundo que me rodea es impresionante. Ayer estuve en un ambiente controlado, en un lugar clínicamente aséptico, libre de germenes y de ideas, todo era blancura. Esto es un collage de olores, sabores, colores, juicios, un remolino de estímulos que se cierne sobre mi cabeza y amenaza con aplastarme.
Hay más personas; su tacto me cautiva, me mata de asco y de placer.
Contengo la respiración: todos son diferentes, todos son diferentes a mí. Cuando mi mente está en casa solo rememoro las caras de siempre; mi cara; aquí no.
Ese hombre tiene los parpados caídos, ese otro es de otro color y el que acaba de pasar al lado mío posee una nariz tan pequeña que juego con la posibilidad de su inexistencia. A aquella dama le falta un dedo. Yo veo mi mano y cuento diez. Recuerdo las manos, todas tienen diez dedos. ¿hasta que punto son iguales a mí? ¿hasta que punto soy igual a ellos?
Algunas calles huelen bien y otras huelen mal. Unas calles son molestas y otras agradables. Algunos edificios parecen grandes e imponentes, otros solo pretenden serlo, pero todos siguen siendo edificios y todas las calles siguen siendo calles. Todos los helados siguen siendo helados, solo que algunos los disfruto, otros simplemente no. Todas las mujeres son mujeres, solo que algunas me atraen y otras pasan a mi lado casi sin ser percibidas.

La abundancia de rasgos me aturde, demasiadas caras y gestos y narices y sonrisas y lágrimas. Primero cada cara era nueva, luego todas, a pesar de ser diferentes, se volvieron iguales. Cuando nací, todas las caras eran diferentes, a pesar de que todas eran iguales. Mis compañeros de dormitorio, a pesar de ser uno, eran una persona cada uno. Luego nos volvieron iguales. Siempre nos vistieron con las mismas ropas, siempre nos peinaron de la misma manera. Cuando crecimos, eramos iguales; solo conocíamos un peinado, solo teníamos esas ropas. Solo comíamos esa comida que día tras día nos servían. Todos sabíamos lo mismo y sin importar eso discutíamos. Todos sabíamos fumar y nunca lo habíamos hecho. Todos sabíamos que fumar era malo y todos queríamos hacerlo. Que suerte tengo, soy el primero.
Me pierdo entre las luces brillantes de esta ciudad que recorro como propia mas me es ajena. ¿quién soy? Soy yo o soy mis hermanos ¿o soy todos ellos? ¿porque todos son diferentes.... acaso no es más complejo así?
Compro un helado. ¿fresa? ¿vainilla? ¿pistache? ¿mokachococaramelpuchino? Chocochips. La menta se derrite en mi lengua, reconozco el sabor. Sabe a aquellas citas que nunca leí, que nunca saboreé y que nutren mi mente. Como una cena de navidad contenida en una píldora, sin familia, sin calor, sin regalos, sin cena; solo necesitas tomarla y habrá sido como si hubieras tenido tu cena de navidad. Todo está implícito, es una píldora implícita. Es una vida implícita.
La navidad siempre es un algo más para alguien.
Nunca hubo cena de navidad, nunca hubo vida. Nunca hubo píldora, nunca tuve madre, ni familia, ni infancia. No tengo pasado.... no soy nadie.
Soy una píldora.