cronicas de un mundo sin dioses aparentes

Perversa Guadalupe

La ciudad se pude. Sí, se pudre, y nosotros nos podrimos en ella. Cada grano relleno de pus a punto de estallar, grasoso, en la superficie del tiempo deja una cicatriz irreparable, incomparable. Una cicatriz definida por un odio extremo, una esquizofrenia, un temor a los humanos, un viejo muerto-vivo bajo el sol siendo estudiado por las moscas en busca de alimento que analizan la comestibilidad del sujeto en cuestión. Aberraciones, sucios altares a la virgen de guadalupe kichts, virgenes con la naríz rota o el rostro manchado de sangre. Flores secas o, peor aún, plasticas. Pedazos de politileno fungiendo como ornamento de colores enfermizos, carnicerias con la cabeza de cerdo descompuesta y en sadica exhibición hacia la calle,barrios bellos cuyas historias familiares son aún más tormentosas de lo que Edgar Allan Poe pudo haber descrito, lluvias con toda la mierda, física y moral, que esta ciudad exhala. Incomodidades, ciclos que se acaban y que no van de acuerdo con las epocas. Copetes prominentes y redondos y maquillajes exagerados dignos de aquel personaje que siempre aparece en las pesadillas. Hambre. Ruido. Sufrimiento. Humanos regresando a su naturaleza animal y matandose con las manos. Lluvia fría. Una ciudad que se pudre, putrefacción disarmonizada y enloquecedoramente bella. sí. Una bella ciudad putrefacta.