cronicas de un mundo sin dioses aparentes

Carta de una prostituta a la luna...

nada que hacer....

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Y allí estás de nuevo, creyendo que me engañas. Creyendo que me alumbras la soledad al posarte así, frente a mí. Mirándome cínica, pavoneándote delante mío, sabiendo que eres la musa, la inspiración, la belleza imposible. Sabiendo que yo soy lo contrario, que soy aquella sin nombre, sin rostro, sin recuerdo.
Y sin embargo, siempre estamos juntas. Tú, iluminando todo a tu paso, yo, llenando la oscuridad que dejas cuando te alejas con el calor de mi cuerpo, consolando la falta de una belleza tan pura como la tuya. Te equivocas si piensas que eres mi consuelo. Sabes que eres bella, sí, pero a mí la belleza ya no me conmueve. Eres observada eternamente, sí, eres codiciada, pero tu perfección se queda en el sueño. Pretendes ser inmejorable, divina, sí, lo eres. Sin embargo, por más que lo intentes, nunca lograrás ser suficientemente mujer, suficientemente terrenal. Lo sabes; careces de aquello que yo tengo en exceso…
Seguiremos acompañándonos la una a la otra, noche tras noche, hora tras hora. Seguiremos incompletas. Seguirás siendo aquella que reciba los elogios enamorados que yo provoco, en los momentos de pasión desenfrenada. Seguiré siendo yo la que llene aquellos huecos en los hombres a los que no puedes corresponder. Seguiremos intentando, día tras día, encontrar el balance. Tal vez, algún día, yo seré un poco más luna y tú, un poco más mujer, mujer de la mala vida, prostituta, como quieras llamarlo… Tal vez no sea en vano. Tal vez algún día cambiemos de papeles, y deseemos volver a lo que éramos antes. Mientras lo averiguamos, sólo te pido una cosa: No trates de engañarme, no te poses así frente a mí. Sigue siendo, como siempre, la intocable; que yo seguiré siendo a la que toquen en exceso.